Terapia centrada en la compasión para el duelo

La Terapia Centrada en la Compasión proporciona a los clientes una base segura, desde la que comenzar el proceso de reconstrucción de sus vidas, tras una pérdida significativa.

El duelo es una parte natural, aunque dolorosa, de la condición humana; pero también es un proceso adaptativo que nos ayuda a reconstruir nuestro mundo, después de que una pérdida significativa lo haya destrozado (Harris, 2020). La Terapia centrada en la compasión para el duelo es un enfoque encuadra la experiencia de la pérdida como parte de la amplia condición experiencial humana.

La experiencia del duelo es, tal vez, la más conmovedora de las experiencias humanas de sufrimiento, ya que: destroza el mundo que esperábamos y predecíamos; y nos permite sentir, con crudeza y desnudez, la necesidad intrínseca de sentirnos seguros para navegar por el mundo.

La compasión es considerada una “sensibilidad hacia el sufrimiento propio y ajeno, con el compromiso de intentar aliviarlo, o prevenirlo” (Gilbert, 2009), e incluye una serie de aspectos útiles y aplicables a las situaciones de duelo. Entre ellos:

La intención de aliviar el sufrimiento. Constituye el núcleo de la compasión y uno de los principales rasgos que diferencian la compasión de otras inclinaciones pro-sociales (Halifax, 2013). Así, la empatía, simpatía o amabilidad no implican necesariamente la motivación o intención de aliviar el dolor o la angustia (Gilbert, 2009). Prueba de ello es que, en la actualidad, lamentablemente, disponemos de muchos ejemplos de torturadores empáticos, que son capaces de matar a sus hijos, con el único propósito de ocasionar dolor a su pareja o ex-pareja.

La acción o respuesta compasiva específica es la consecuencia necesaria de la intención de aliviar el sufrimiento.

Sin embargo, una acción o respuesta específica realmente compasiva requiere ser resultado de la adquisición de unos conocimientos básicos que, posibilitan cultivar las habilidades esenciales de la compasión.

La formación y el cultivo de la compasión implica:

  • La exposición al aprendizaje didáctico,
  • La participación en prácticas de conciencia plena,
  • El aprendizaje de cómo estar plenamente presente, así como:
  • El cultivo de una apreciación de la experiencia compartida por todos los seres humanos (humanidad común y compartida e interconexión).

Esta conciencia de interconexión y el sentimiento de que todas las personas compartimos experiencias comunes (dificultades, decepciones y alguna forma de sufrimiento y dolor en la vida), constituye la esencia de la compasión.

El entrenamiento y cultivo de estas habilidades esenciales de la compasión, permite que el terapeuta desarrolle una base sólida de compasión, desde la que comprometerse con clientes cuya angustia y sufrimiento podrían ser abrumadores.

Así, la postura compasiva del terapeuta permite:

  • Mantener la concentración y tolerar el malestar;
  • Involucrar a los clientes mediante la atención plena y la presencia;
  • Permitiendo de este modo, su apertura y receptividad, tanto a los aspectos dolorosos, como a los aspectos adaptativos del duelo;

La consideración conjunta de los aspectos fundamentales de la compasión, sugieren la aplicabilidad de las aproximaciones basadas en la compasión, para el trabajo con clientes que están experimentando un profundo dolor y desesperación, incluyendo aquellos cuyas pérdidas son abrumadoras y/o de naturaleza continua – recurrente (Harris, 2021).

De forma concreta, la Terapia Centrada en la Compasión, que aplica los principios de la de la compasión desde un enfoque evolutivo y neurobiológico, constituye un enfoque de especial interés en situaciones de pérdida y duelo, caracterizadas por (Harris, 2021):

  • La elevada intensidad emocional;
  • La necesidad de proporcionar a los clientes una base segura, desde la que puedan comenzar el proceso de reconstrucción de sus vidas, tras una pérdida significativa.

Habilidades esenciales en la Terapia Centrada en la Compasión para el Duelo

Gilbert (2009) considera que la práctica de la mindfulness proporciona habilidades al terapeuta para:

  • Dirigir la atención y mantener la concentración, incluso cuando las historias, imágenes y emociones de los clientes pueden resultar emocionalmente abrumadoras;
  • Mantener la regulación emocional, que permite la tolerancia del malestar;
  • Apoyar a los clientes en el dolor del duelo, favoreciendo así su capacidad para sanar tras una pérdida significativa;
  • Adquirir una perspectiva global sobre la naturaleza de la vida: el dolor, la angustia y el duelo son una parte natural de la condición humana, y al mismo tiempo un proceso adaptativo que ayuda a reconstruir y asumir nuestro mundo, después de que una pérdida significativa lo haya destrozado (Harris, 2020);
  • Comprender que, en ocasiones, la motivación para aliviar del sufrimiento necesita equilibrarse con la comprensión de que, no todo el sufrimiento puede aliviarse (Halifax 2013).

 Prácticas que cultivan el desarrollo de mindfulness:

  • El seguimiento de la respiración,
  • La conciencia corporal, y
  • La observación concisa del entorno del momento presente a lo largo del día.

Presencia terapéutica; “estar con”

En lugar de “hacer” y centrarse en el resultado, característicos de los enfoques intervencionistas, Geller y Greenberg (2012) describen la presencia terapéutica como:

  • Estar en contacto con el propio yo integrado (a nivel físico, emocional, cognitivo y espiritual), presente y saludable;
  • Estar abierto, receptivo e inmerso en lo conmovedor del momento, con una conciencia amplia y expandida y con la intención de “estar con” y “estar para” el cliente.

 La presencia terapéutica no es una técnica, sino el cimiento sobre el que se mejora la sintonía, atención, compromiso y conciencia en los encuentros terapéuticos.

La práctica de la capacidad del terapeuta para permanecer plenamente presente con los clientes en momentos de angustia y duelo favorece:

  • El desarrollo de la familiaridad y la sensación de enraizamiento;
  • El equilibrio emocional necesario para mantener la ecuanimidad, en situaciones en las que el cliente puede alterarse, al compartir historias dolorosas y difíciles sobre pérdidas y acontecimientos traumáticos;
  • La habilidad para permanecer centrado en la propia intención: aliviar el sufrimiento, sin expectativa de conseguir un resultado específico;
  • La comprensión de que, aunque no sea posible aliviar el sufrimiento, resulta fundamental permanecer plenamente presente con el cliente y su experiencia (Halifax, 2013);
  • La sensación de bienestar sostenible (Gilbert y Choden, 2013).

Prácticas que permiten Desarrollar la Presencia:

  • El trabajo con el cuerpo y el enraizamiento con la tierra, disminuye la activación del sistema nervioso simpático, favoreciendo que terapeuta y cliente, permanezcan plenamente presentes ante cualquier amenaza;
  • La práctica de la respiración rítmica calmante constituye un ejercicio útil y beneficioso, para estimular el sistema nervioso parasimpático del terapeuta y del cliente.

Humanidad Compartida

La conciencia y el sentimiento de humanidad compartida en el terapeuta:

  • Guía su capacidad para caminar junto a los clientes, que se encuentran “doblados” por el peso de su dolor;
  • Permite apreciar la presencia de los clientes, dentro de la comunidad humana; y
  • Posibilita reconocer las propias pérdidas y el proceso de duelo, considerando de este modo, su lugar como parte de la comunidad humana.  

Asimismo, la práctica de la auto-compasión por parte del terapeuta, es decir, sintonizar y atender el propio dolor y sufrimiento, resulta fundamental para responder de forma compasiva y eficaz al alivio del sufrimiento de los demás.

Prácticas permiten Cultivar la Humanidad Compartida:

La investigación actual sobre los sentimientos de humanidad compartida, pone de manifiesto que:

  • La meditación que incluye la conciencia de los demás y el deseo de que los demás se sientan bien y se liberen del sufrimiento, incrementa los sentimientos de conexión social y la actitud positiva hacia personas desconocidas (Hutcherson et al., 2008);
  • Los ejercicios mentales que cultivan la motivación para aliviar el sufrimiento de uno mismo y de los demás, mejoran el deseo de atender y aproximarse de forma más equitativa, en lugar de reactiva, al sufrimiento;
  • El sentimiento de “compartir sufrimiento y experiencias difíciles y dolorosas”, junto con el sentimiento de interconexión, comunidad y cooperación, motiva y energiza al cliente en duelo, a cultivar y practicar la compasión.

Abordar la vergüenza con compasión

Una fuente importante de sentimientos de vergüenza y auto-crítica experimentados por los clientes en situaciones de duelo, surge del desacuerdo o incumplimiento de las normas sociales implícitas en el duelo. Entre ellas: cómo se espera que nos aflijamos y durante cuánto tiempo, si realmente tenemos derecho a afligirnos o si la expresión del duelo se encuentra dentro de las normas de género socialmente aceptadas (Doka, 2002).

El desacuerdo o incumplimiento de las normas implícitas del duelo, crean la percepción negativa de uno mismo, acompañada por la necesidad de retraerse y aislarse. Este aislamiento, dificulta la conexión con los demás, en un momento en el que el apoyo resulta fundamental (Harris, 2016), perpetuando así el comportamiento del duelo.

Prácticas para Abordar la Vergüenza con Compasión

Ante la vergüenza experimentada por el desacuerdo o incumplimiento de las normas implícitas en el duelo, es importante cultivar en el cliente, el sentimiento de seguridad interior. Para ello, resulta fundamental: el modelado por parte del terapeuta (respeto, afecto y apoyo hacia el cliente), y las prácticas de re-encuadre compasivo.

Las prácticas de re-encuadre compasivo incluyen:

  • La utilización de un lenguaje, tono de voz, expresión facial y corporal amables y solidarios;
  • La re-estructuración del contenido del monólogo interior. A modo de ejemplo:
  • En lugar de decirse: “Odio sentirme tan débil”;
  • El re-encuadre compasivo implica decirse: “Lo que siento tiene sentido, teniendo en cuenta lo que ha sucedido”.

Teniendo en cuenta que, para ser eficaz en el alivio del sufrimiento, resulta fundamental sintonizar y atender el propio sufrimiento y dolor, la auto-compasión se muestra como una práctica esencial, tanto para el terapeuta como para el cliente en duelo.

Investigaciones Recientes sobre la Auto-compasión en el Duelo

Las investigaciones recientes que han explorado el impacto de la auto-compasión de personas en duelo han puesto de manifiesto que:

  • Ser duro con uno mismo se relaciona con reacciones de duelo más severas tras una pérdida. Concretamente, la baja auto-compasión constituye un factor de vulnerabilidad para desarrollar un duelo complicado (Vara y Thimn, 2019);
  • Los participantes más orientados hacia la auto-compasión informan de un duelo menos intenso, menor frecuencia de interacciones sociales negativas, acceso positivo más frecuente a un vínculo continuado y un mejor funcionamiento psicosocial en general (Bussolari et al., 2021).

Regulación de las emociones con compasión

La Terapia Centrada en la Compasión destaca la importancia de tres sistemas neurofisiológicos, relacionados con la regulación de las emociones: el sistema de amenaza, el sistema de impulso y el sistema de calma.

El duelo, cuando supone una pérdida significativa, se encuentra relacionado con estos tres sistemas motivacionales-emocionales:

  • Activa nuestro sistema de amenaza, despertando una sensación de mayor sensación de vulnerabilidad. Cuando el sistema de amenaza permanece activo durante un tiempo prolongado, puede interferir con nuestra capacidad de permanecer abiertos a las oportunidades de curación, que incluyen compartir el dolor y recibir el apoyo de los demás.
  • Activa el sistema de impulso, que se manifiesta a través de comportamientos comunes orientados al apego. Entre ellos: buscar inconscientemente al ser querido perdido en lugares donde se encontraba previamente o buscar objetos de conexión o recordatorios del ser querido, tratando de sentir su proximidad.
  • La relación terapéutica junto con el entrenamiento y práctica de la compasión, nos proporciona una base segura, favorece la conexión con nuestro sistema de calma, y de este modo permite regular y equilibrar las emociones activadas por los otros dos sistemas.

Prácticas para Regular las Emociones

Las prácticas de la Terapia Centrada en la Compasión, dirigidas al desarrollo del sistema de calma, a través de la activación del sistema nervioso parasimpático (Gilbert, 2014; Kirby et al., 2017), han demostrado ser eficaces para conectar con nosotros mismos y con los demás, y disminuir los elevados niveles de angustia (Di Bello et al., 2020; Kirby et al., 2017; Goetz et al., 2010), que pueden experimentar clientes y terapeutas de duelo.

Resumen y conclusiones

La compasión se encuentra arraigada en la evolución de los sistemas básicos de motivación social (cuidado mutuo, cooperación y afiliación) y en diferentes sistemas emocionales funcionales (respuestas ante las amenazas, búsqueda de recursos y la experiencia de estados de seguridad y tranquilidad) (Gilbert, 2014).

En situaciones de pérdida, dolor y duelo, el entrenamiento y cultivo de las habilidades relacionadas con la compasión resultan especialmente relevantes para terapeutas y clientes (Gilbert, 2014; Halifax, 2013).

De forma concreta, en situaciones de duelo, las habilidades relacionadas con la compasión: conciencia plena, presencia, sentimiento de humanidad compartida y auto-compasión; favorecen que el terapeuta desarrolle una base compasiva sólida y fuerte, desde la que:

·  Comprometerse con los clientes, cuya angustia y sufrimiento podrían ser abrumadores; y al mismo tiempo

·  Facilitar la apertura y receptividad del cliente, tanto a los aspectos dolorosos como al proceso adaptativo del duelo;

Concretamente, la Terapia Centrada en la Compasión, que aplica los principios de la compasión desde un enfoque evolutivo y neurobiológico, constituye un enfoque de especial interés para clientes en situaciones de pérdida y duelo, caracterizadas por una elevada intensidad emocional y necesidad de:

  • Construir una base segura, desde la que comenzar el proceso de reconstrucción de sus vidas, tras una pérdida significativa;
  • Cultivar la auto-compasión, especialmente en relación con el dolor y proceso de duelo;
  • Abordar la vergüenza y la auto-crítica relacionada con el desacuerdo e incumplimiento de las normas implícitas del duelo;
  • Acceder, conectar y activar el sistema de calma para regular y equilibrar las emociones (relacionadas con los sistemas de amenaza e impulso), activadas por el duelo.

En definitiva, la Terapia Centrada en la Compasión se evidencia como un enfoque útil y aplicable en el trabajo con clientes, que están experimentando un profundo dolor y desesperación, incluyendo aquellos cuyas pérdidas son abrumadoras y/o de naturaleza continua (Harris, 2021).

Referencias

Bussolari, C., Habarth, J. M., Phillips, S., Katz, R., y Packman, W. (2021). Self-compassion, social constraints, and psycho- social outcomes in a pet bereavement sample. OMEGA- Journal of Death and Dying, 82(3), 389–408. https://doi.org/ 10.1177/0030222818814050

Di Bello, M., Carnevali, L., Petrocchi, N., Thayer, J. F., Gilbert, P., y Ottaviani, C. (2020). The compassionate vagus: A meta- analysis on the connection between compassion and heart rate variability. Neuroscience & Biobehavioral Reviews, 116, 21–30. https://doi.org/10.1016/j.neubiorev.2020.06.016

Doka, K. J. (2002). Disenfranchised grief: New directions, challenges, and strategies for practice. Research Press.

Geller, S., y Greenberg, L. (2012). Therapeutic presence: A mindful approach to effective therapy. APA.

Gilbert, P. (2009). The compassionate mind: A new approach to the challenges of life. Constable & Robinson.

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Halifax, J. (2013). Understanding and cultivating compassion in clinical settings: The A.B.I.D.E. Compassion model. En T. Singer, & M. Bolz (Eds.), Compassion: Bridging practice and science (pp. 208–226). Max Planck Institute for Human Cognitive and Brain Sciences.

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Hutcherson, C. A., Seppala, E. M., y Gross, J. J. (2008). Loving-kindness meditation increases social connectedness. Emotion, 8(5), 720–724.  https://doi.org/10.1037/a0013237

Kirby, J. N., Doty, J. R., Petrocchi, N., y Gilbert, P. (2017). The current and future role of heart rate variability for assessing and training compassion. Frontiers in Public Health, 5(40), 1–6.  https://doi.org/10.3389/fpubh.2017.00040.

Vara, H., y Thimm, J. C. (2019). Associations between self-compassion and complicated grief symptoms in bereaved individuals: An exploratory study. Nordic Psychology, 72(3), 235–247. https://doi.org/10.1080/19012276.2019.1684347